El permiso para la fiesta: Una historia de la familia Sánchez Díaz
Quizás si insiste, ella cambia de opinión, ¿no? Quién sabe
La definición del hogar proviene de aquellas personas que componen el día a día dentro de la casa. Quienes despiertan y duermen bajo un mismo techo porque el destino así lo quiso. Donde todo lo que pasa ahí, se queda ahí, no tienen que enterarse los vecinos, ni mucho menos las abuelas. Esto último está un poco difícil porque las abuelas, aunque no pasen a visitar porque el tráfico no es el mismo que para sus tiempos, se enteran de todo de una forma u otra.
—Derek, te dije que no. ¿Qué haces llamando a tu abuela para que me convenza “sutilmente”? —comentó Carmen mientras desayunaban.
—Yo no la llamé, mami.
—¿Ah no? ¿Y quién fue? —Carmen miró a Jaime.
—A mí no me mires, yo no sé de qué hablan —dijo Jaime extrañado.
—Tu abuela no quiso decirme quién le dijo, así que debo asumir que fuiste tú.
—¿Pueden bajar la voz? Estoy tratando de estudiar, por favor y gracias. —Ana se asomó por la puerta del comedor. —Tengo examen horita y esa profesora no está fácil.
—Ana, querida, disculpa. Es que, el listo de tu hermano… —comenzó a decir Carmen.
—Si nosotros cuatro estamos aquí, ¿en dónde está Carlitos? Pensaba que estaba contigo, Ana —interrumpió Jaime a su esposa.
Los cuatro comenzaron a buscar al bebé del hogar y lo encontraron donde usualmente está, tratando de abrir la puerta del patio. Todos comenzaron a reírse de lo travieso que suele ser el menor de la casa, excepto su madre. Para hacer reír a Carmen en los días en que alguno de sus hijos quiere pasarse de listo, se necesita una de dos, una llamada que le diga que no tiene que volver a ir al trabajo o una llamada que le diga que se pegó en la lotería. Una mañana común y corriente en la casa de la familia Sánchez Díaz, donde cada uno sobresalta con su personalidad.
Carlitos es el bebé de la casa, tiene 3 años y no habla mucho, solo se expresa a través de sus acciones que muestran no tener ninguna “intención”. Derek está en la etapa de la pubertad, quiere hacer de todo, menos estudiar. Ana lleva dos años en la universidad y lo menos que tiene es tiempo libre, al contrario de su hermano, se la pasa estudiando sin parar. Jaime es amo de casa, no hay tarea en el hogar que no pueda resolver, con excepción de cuidar a Carlitos. Por último, y no menos importante, Carmen, quien mantiene la familia en sintonía con su autoridad.
—Antes de que te vayas a trabajar, ¿me puedes decir por qué no puedo ir? —preguntó Derek con voz de nene que no rompe un plato.
—Hablamos cuando llegue a la tarde. Lamentablemente, tengo que ir a trabajar. Y tú, para la escuela —Carmen cerró la puerta y se fue.
—Papi, ¿entiendes a mami?
—¿Cómo crees que llevamos más de 20 años juntos?
—No sé, ¿quizás por nosotros?
—Arranca para la escuela, llega a ser por ustedes nos hubiésemos dejado hace años porque entre tú y tu hermana.
—¿Qué yo he hecho? —protestó Ana de la nada.
—Ana, ¿y Carlitos?
—Papi, Carlitos es tu responsabilidad, no nuestra.
—Carlitos es su hermano.
—También tu hijo, ya me voy para la universidad.
—Y yo para la escuela, éxito con Carlitos.
—¡Vecino! ¡Tu bebé está en el techo!
—¡Carlitos!
Llegó la tarde y todos se encontraban en la mesa, excepto Ana que aún estaba en la universidad. Carlitos estaba amarrado en su silla por el pecho. Jaime había cocinado risotto alla milanese para el deleite de la familia y, mientras comían, Derek no dejaba de mirar a su madre. Carmen continuaba saboreando la receta de su esposo como si no hubiera una conversación pendiente con su hijo. Jaime los observaba y contaba el tiempo de manera regresiva, esperando a que la bomba que estaba por estallar dejara aquel comedor en mil pedazos.
—Mami… —intentó hablar Derek.
—Derek, te dije que no y no quiero volver a tocar el tema.
—Es que no entiendo…
—Yo sí entiendo, Derek —intervino Jaime.
—Explícame, entonces.
—Lo que pasa es que, a tu mamá no le da la gana de darte permiso. Punto.
—¿Y tú? ¿No me puedes dar permiso?
—Quisiera, pero…
—¿Pero qué?
—Si te doy permiso para la fiesta, pierdo el permiso para otra cosa —Jaime miró con ojos de lujuria a Carmen.
—¿En serio? No lo puedo creer, de verdad —Derek dejó su comida sin terminar y se fue al cuarto.
—Algún día lo entenderá. La calle está caliente, Jaime.
—Caliente estoy yo.
—Mira, cuidado, Carlitos está aquí.
Ambos comenzaron a reírse, olvidé mencionar lo tercero que hace reír a Carmen en momentos de tensión. Los chistes de su esposo en el momento menos indicado, pero para él sí es el momento perfecto.
La familia Sánchez Díaz, personajes puertorriqueños que resaltarán las peculiaridades de la familia, la comunidad y la individualidad en la isla a través de sus situaciones y diálogos.
Llevaba tiempo con la espinita de querer escribir un sitcom y me preguntaba si era posible llevarlo a cabo a través de la escritura solamente, sin nada audiovisual. Quizás sí, quizás no, lo importante para mí es intentarlo o, al menos, practicarlo para un futuro.
Espero que lo hayan disfrutado, habrán más capítulos. Volverán pronto.
Mi libro El bachillerato: Donde todo y nada pasa está disponible en Amazon.
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